sábado, 30 de junio de 2007

Ngunda


No recuerdo exactamente el día en que vi a Ngunda por primera vez. Solo recuerdo cuando era una cachorra llena de energía, siempre lanzándose contra uno, llena de vigor, ganas de jugar y dando unos arañazos tremendos. Cuando uno es niño es como que ve el mundo con otros ojos, a mi me pasa igual con los perros, Ngunda fue el primer perro con el que interactué ya de grande, la vi crecer y madurar. Recuerdo cuando me lo contaron, fue durante un campamento,
el contacto con la naturaleza, dormir a la intemperie, caminar mucho, la playa, no sé exactamente como fue, pero cuando Ngunda regresó del campamento ya no era mas la cachorra loca, estaba convertida mas bien en la perra con personalidad, inteligente, encantadora y con la paz que los que tuvimos la suerte de conocerla recordamos admirados. Recuerdo cuando mi padre me preguntaba “¿cuando se va a calmar Harpo?” y yo respondía “como a los dos años espero, como Ngunda” pero Harpo tiene ya 8 años y sigue un poco alocado. Es triste saber que la madre Harpo no estará la próxima vez que regrese a Lima.

Hay algunas personas que vieron caminar sin correa a una labradora color chocolate por las calles y el malecón de Chorrillos, otros la vieron bajando escaleras en San Blas o meterse bajo los asientos de los buses para viajar por Cuzco. Hay jóvenes que la conocieron y están enamorados de su espíritu sabio y su mirada como puesta de sol caramelo. Somos pocos los afortunados de haber acariciado su cabeza, recibir sus arañazos, sus lamidas, verla meterse al mar con una confianza envidiable y esconderse cuando la llamaban para bañarse. Sé que una vez trató de coger a una paloma a la que termino dañando. Luego de curarle las heridas le enseñaron a no atacarla y la perra aprendió a querer a la paloma y la paloma que ya no podía volar se sentía más segura cerca de Ngunda que de las manos que la curaron. Hay muchas otras cosas que contar sobre Ngunda, como que aprendió a hablar y una tarde habló por un largo rato ante las miradas atónitas de unos jóvenes que le habían negado atención minutos antes. Hay muchas otras cosas que no sé sobre ella, pero tengo la suerte de reconocer su rostro en el rostro de Harpo, mi cachorro de 8 años que me acompaña en mis días en West Palm Beach, desde donde recuerdo, quiero y sigo pensando en Ngunda. Sigo pensando en la gran Ngunda.

2 comentarios :

Anónimo dijo...

... cuando decías "vamos", Ngunda ya estaba en las escaleras a punto de salir disparada a la calle: toda alocada y alborotada. Así que supongo que Harpo lo heredo de la mama.
Saludos
Sofía

carpote dijo...

Es increíble, muchas veces Harpo y Dharma sin que coja las correas o diga nada saltan como locos y se alegran como si fuera su primer paseo en años. Igual que la resignación al "sentir" que la salida es sin ellos. Recuerdo que la abuela de Dharma corría a esconderse al oír "a bañarse Ngunda" jajaja.
Gracias por el comentario Sofía.
Saludos.


carpote