domingo, 26 de abril de 2009

Mi experiencia con Ubuntu


Hace muchos años escuché sobre Linux. Recuerdo la imagen de un pingüino de ojos grandes, sentado, un poco tieso y con sonrisa contenida. Tenía una vaga idea de lo que Linux era. Algunos años después volví a oír otro tanto sobre software libre, pero no le di mucha bola. Siempre con Windows, fiel como a una novia que no te hace feliz: fallos de origen, virus, avisos de archivos que faltan, errores e interminables colgadas. El tiempo me acostumbró a vivir así y aprendí a ir a su ritmo, agarrarle la mano, conocerle las mañas, prevenir sus arranques y vivir con todo aquello medianamente controlado. Nunca tome a Linux en serio como una alternativa para mi experiencia moviendo el mouse. Es más, cuando compré mi vieja PC, traía Linux pre-instalado y le instalé WinXP de una. No fue hasta que conocí Firefox, mi primer contacto con software libre, que empecé a sentir el potencial de todo esto. Ya tenía más experiencia con computadoras y podía darme cuenta del tiempo que ahorraba, las facilidades y ventajas que el zorro de fuego me ofrecía al navegar en Internet. La experiencia de Internet en Firefox es superior. Las distancias con el software libre se acortaban y todo empezaba a hacerse compatible y familiar.