A vísperas de recibir el 2008 me dedicaron una cumbia muy cómica, decía algo así como "♪ Yo no olvido al año viejo, porque me ha dejado cosas muy buenas ♫" En mi caso era la pura verdad, el 2007 me había dejado cosas muy buenas, como para bailar y no olvidar. El 2009 lo recibí en una fiesta y para mi sorpresa alguien puso a las 12 la misma canción y me di cuenta que aún celebraba lo que el 2007 me había traído. Seguía agradecido y bailando.
El 2009 me revolcó algunas veces. Me dejó confundido, aturdido y desolado otras tantas. El 2009 trajo cosas muy buenas, claro, pero no veo la hora que llegue el 2010. Es más, es tanta la emoción de voltear la página que es probable que me disfrace de tigre este 31 y no me quite el disfraz hasta el año nuevo chino, pues es el año del gran felino en el horóscopo chino.
jueves, 31 de diciembre de 2009
martes, 9 de junio de 2009
El hombre perenece a la tierra
En tiempos en los que la voz de las minorías no es oída, en donde se cree que hay quienes se resisten al "progreso" y se vive de espaldas al medio ambiente, es bueno leer con atención las palabras del jefe Seattle. Las comunidades nativas son un patrimonio de la humanidad.
Respuesta del Jefe Seattle al Gobernador Territorial de los Estados Unidos de América Isaac I. Stevens (enero 1854)
El Gran Jefe Blanco de Wáshington ha ordenado hacernos saber que nos quiere comprar las tierras. El Gran Jefe Blanco nos ha enviado también palabras de amistad y de buena voluntad. Mucho apreciamos esta gentileza, porque sabemos que poca falta le hace nuestra amistad.
Vamos a considerar su oferta pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco podrá venir con sus armas de fuego a tomar nuestras tierras. El Gran Jefe Blanco de Washington podrá confiar en la palabra del jefe Seattle con la misma certeza que espera el retorno de las estaciones. Como las estrellas inmutables son mis palabras.
¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Esa es para nosotros una idea extraña. Si nadie puede poseer la frescura del viento ni el fulgor del agua, ¿cómo es posible que usted se proponga comprarlos?
domingo, 26 de abril de 2009
Mi experiencia con Ubuntu
Hace muchos años escuché sobre Linux. Recuerdo la imagen de un pingüino de ojos grandes, sentado, un poco tieso y con sonrisa contenida. Tenía una vaga idea de lo que Linux era. Algunos años después volví a oír otro tanto sobre software libre, pero no le di mucha bola. Siempre con Windows, fiel como a una novia que no te hace feliz: fallos de origen, virus, avisos de archivos que faltan, errores e interminables colgadas. El tiempo me acostumbró a vivir así y aprendí a ir a su ritmo, agarrarle la mano, conocerle las mañas, prevenir sus arranques y vivir con todo aquello medianamente controlado. Nunca tome a Linux en serio como una alternativa para mi experiencia moviendo el mouse. Es más, cuando compré mi vieja PC, traía Linux pre-instalado y le instalé WinXP de una. No fue hasta que conocí Firefox, mi primer contacto con software libre, que empecé a sentir el potencial de todo esto. Ya tenía más experiencia con computadoras y podía darme cuenta del tiempo que ahorraba, las facilidades y ventajas que el zorro de fuego me ofrecía al navegar en Internet. La experiencia de Internet en Firefox es superior. Las distancias con el software libre se acortaban y todo empezaba a hacerse compatible y familiar.
lunes, 26 de enero de 2009
La Futbología
Hace unos días mi primo dijo: “si te das cuenta, todos somos supersticiosos”. Eso me dejó pensando, pues no me considero un amigo de los horóscopos, el tarot o que la suerte de una persona pueda cambiar por el color del gato que se le cruce. He roto espejos, abro el paraguas dentro de casa para no mojarme, he derramado sal, pasé por debajo de escaleras innumerables veces y he leído a través del espejo otras tantas (mi abuela aseguraba que era tan malo como romperlo). No porque desafíe las supersticiones, tampoco me preocupan mucho, ha sido más por torpe, distraído o quizá por ver al Chapulín Colorado y al Chavo de 8 por años. De niño una gata negra a la que bauticé como Popotes era la mejor compañía que un hijo único con padre que trabaja y madre lejos podía tener. Y si bien no me gustan las herraduras, si me ha gustado desde niño llevar una piedra en el bolsillo o atesorar objetos pensando que me traen suerte o me confieren poderes mágicos
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