lunes, 26 de enero de 2009
La Futbología
Hace unos días mi primo dijo: “si te das cuenta, todos somos supersticiosos”. Eso me dejó pensando, pues no me considero un amigo de los horóscopos, el tarot o que la suerte de una persona pueda cambiar por el color del gato que se le cruce. He roto espejos, abro el paraguas dentro de casa para no mojarme, he derramado sal, pasé por debajo de escaleras innumerables veces y he leído a través del espejo otras tantas (mi abuela aseguraba que era tan malo como romperlo). No porque desafíe las supersticiones, tampoco me preocupan mucho, ha sido más por torpe, distraído o quizá por ver al Chapulín Colorado y al Chavo de 8 por años. De niño una gata negra a la que bauticé como Popotes era la mejor compañía que un hijo único con padre que trabaja y madre lejos podía tener. Y si bien no me gustan las herraduras, si me ha gustado desde niño llevar una piedra en el bolsillo o atesorar objetos pensando que me traen suerte o me confieren poderes mágicos
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