lunes, 17 de marzo de 2008

El perro caliente y el perro ausente

Siempre pienso y recuerdo a los perros callejeros del Perú, husmeando por los rincones, caminando ligeramente por las calles, libres, simples, dejando a la vista sus costillas y su nobleza. Tomando con tanto entusiasmo las pruebas de cariño como un trozo de pan. Durmiendo profundamente a la sombra de una iglesia, o en las puertas de algún negocio donde un buen samaritano les ha dado algunas sobras, arrullados por el ruido de la ciudad, disfrutando de su libertad y de una panza recientemente inflada. Más de una vez he visto a un perrito callejero durmiendo a pierna suelta, desparramado por algún parque y he exclamado “que buena vida carajo” y ante mi presencia y admiración simplemente se han estirado, abierto en flor cada dedo de sus patas y retomado el sueño con mayor intensidad y gozo.

Por los calurosos caminos de West Palm, cuando los fines de semana salimos a dar largos paseos con Harpo y Dharma, no nos hemos cruzado con ningún perro callejero. Ningún vagabundo cuadrúpedo atravesó por nuestro camino en año y meses que vivimos por aquí. Y es en este punto en donde empiezo a sospechar que el perro callejero de West Palm se encuentra extinto. ¿Será quizá porque las calles son grandes y los carros viajando a gran velocidad impidieron la sobrevivencia del perro callejero de West Palm. O será que el orden público ha terminado por agruparlos en perreras, o tal vez almas generosas se vieron empujadas a darles alojo en sus casas para convertirlos en perros engreídos y sobre alimentados, dormidores de siestas con aire acondicionado?



En uno de esos los largos paseos domingueros de poco más de 3 kilómetros, bajo el sol de West Palm Beach, al ver las lenguas largas de mis canes, se me cruzó por la cabeza (golpeada por el calor también) la teoría de que lastimosamente el perro callejero de West Palm se derritió. El calor terminó por evaporarlo, los consumió, pues está de más decir que el calor por aquí es más que terrible. Los paseos domingueros son por las mañanas, pues para el medio día el calor de las veredas alcanza temperaturas tan altas, que las patas de los canes no las pueden soportar. Mientras caminamos vamos destilando algunas gotas de sudor en honor del extinto perro callejero de West Palm y sobre todo de los perros callejeros del Perú que han dado siempre muestras de su ingenio para la supervivencia, ya que por ejemplo usan los puentes peatonales en Lima, mientras las personas arriesgan sus vidas cruzando las temibles avenidas. En honor a esos movedores de cola ambulantes y esperando que la compasión de las personas aplaquen su hambre y los malos ratos que pasan, dedicamos nuestros paseos domingueros, esfuerzo, sudor y locura, bajo el tremendo sol de West Palm.

No hay comentarios. :